Los mamíferos, como en la mayoría de los animales del planeta, transfieren la mayoría de sus conocimientos a su descendencia mediante su ADN. Existe toda una tradición genética que pasa de generación en generación. Cada nacimiento de una criatura, llega acompañado de todo un conjunto de información que le permite ser independiente.
Las células mantienen ese registro de información. Y sin dicho registro, miles de especies habrían llegado a su extinción desde hace muchísimo tiempo. Por eso, la mayoría de los mamíferos en el planeta, llegan instruidos con la virtud de nadar. Es un conocimiento que hace parte de su instinto.
Si lanzas un perro al agua de una piscina, su cerebro y su cuerpo actuarán de inmediato para asegurar su supervivencia. Sus patas empezarán a moverse, siguiendo el registro ancestral que realizaron sus antepasados sobre lo que representa el agua para su instinto. Nadar es algo que está predeterminado en su naturaleza.
El nacimiento y las condiciones de vida obligan a olvidarse del nadar
Sin embargo, nadar no es una condición que esté presente en uno de los mamíferos más destacados del planeta: el ser humano. ¿Por qué? Porque la evolución del ser humano, lo ha llevado a ser selectivo con su genética ancestral. En el ser humano, el nadar es una acción que está asociada de manera cultural.
Nadar es un tipo de conocimiento que solo viene a tomar solidez en el ser humano cuando las circunstancias lo obligan a acudir a esta misma acción. Así que no existe una coordinación que se herede directamente a través de las células, como sí lo es el caminar o el saltar. Son condiciones motrices que sí son necesarias para su desarrollo y evolución.
Al tratarse de un conocimiento que se ha perdido, el ser humano tiene que aprender a nadar a base de práctica. Nadar es un tipo de acción donde la psique humana se coloca por encima del instinto.
La falta de práctica
Aunque claro, hay que tener en cuenta que si a un bebé se le sumerge en el agua cuando aún se encuentra en sus primeros meses de vida, éste tenderá a acudir a su capacidad de flotar. Este es un tipo de conocimiento del instinto que se pierde por la falta de práctica.
Por eso, el ser humano es uno de esos mamíferos que no domina la virtud de nadar. Lo mismo ocurre con los chimpancés y los orangutanes.